martes, 19 de mayo de 2009

Los comedores sociales no dan abasto

La recesión multiplica el número de personas necesitadas que acuden a alimentarse a los comedores sociales, que ya no dan abasto para alimentar a tanta gente.
Uno de los muchos comedores sociales de Madrid
Víctor Relaño
"He tirado la toalla. No tengo nada. Estoy solo y no puedo ir a ningún sitio". ¿Quién puede imaginar una vida sin recursos; sin alguien en quien apoyarse; sin un lugar donde poder reposar al final de cada jornada? El estigma de la desesperación embarga la conversación con Tai, un hombre de 63 años que cobra sólo la pensión mínima de 370 euros. Enjuto de carnes, pero dotado de la mirada locuaz de un chaval, Tai asegura que el de la calle General Martínez Campos es uno de los mejores comedores sociales que existen en Madrid.
Guarda su turno para almorzar, a las doce y media de la tarde. Con una paciencia no exenta de una brizna de amargura: “Si por lo menos pudiera recuperar un poco de normalidad. Vivir con una persona... Me da pánico la soledad. De esta forma no se puede vivir de acuerdo a nuestra propia realidad”.
Más de 550 personas se acercan todos los días al comedor que tienen las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul. Desde que estalló la crisis, el pasado año, este número se ha incrementado en 200 comensales más, casi un 60%. Y lo que es peor: familias enteras han comenzado a acudir a este tipo de comedores, porque no tienen ingresos de ningún tipo. Se calcula que más de 800.000 familias se encuentran en esta situación en España.
Cáritas, la institución al servicio de los pobres de mayor reconocimiento en España, dispone de 40 comedores en todo el país. En el año 2007 registró un total de 94.680 usuarios en sus programas para sin techo.
Se atusa los cabellos con la mano grasienta y humedecida por el perlado sudor que empapa su frente. Tiene 33 años y pertenece a esa tipología de persona que las generaciones de abuelas califican de fuerte. “Soy un excluido social. No tengo trabajo . He estado en muchas empresas de trabajo temporal y he hecho de todo”, relata. El calor del comedor se abre paso en algunas estancias del centro de las Hijas de la Caridad. También el que desprenden las más de 150 personas que le preceden. Manolo aprovecha la ocasión para despacharse a gusto. Es su derecho. “No me da susto tener una ocupación, sino la organización del trabajo. Hacer todo tan corriendo, tan rápido, de una manera tan poco humana. Es más importante la producción que el ser humano”. Y advierte que “la economía es todo especulación, porque falta humanidad. Es la avaricia de tener más".
Las administraciones públicas también cuentan con comedores. Existen más de mil a lo largo de toda la geografía nacional.

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